Il cerchio della vita

| Etiquetas: , | Posted On 6 de junio de 2010

Nos quedan exactamente diez días en Bolonia, y cientos de cosas por hacer. Y miles por contar en este Blog. Y hoy nos gustaría compartir con vosotros una de esas historias.

Todo se remonta a hace un mes. Cuando el frio que recorría Bolonia dejó pasó al viento y a las lluvias de primavera. En una de esas ráfagas de aire, nuestro balcón casi sale volando. De hecho los espanta-palomas que colgaron las visitas que hemos recibido estaban por el suelo. Y muchos enredados e inutilizados. Fue entonces cuando decidimos no volver a colocarlos, pues nos costaría mucho volver a llamar a Mireia, Alberto, Iván, Andrea, Amada, Pedro y Daniel, para que los volviesen a subir. Total, nos quedaban menos de treinta días en esta casa: “no creo que las palomas nos caguen tanto en el balcón en este tiempo”, dijimos.

Pero treinta días dan para mucho. Como si hubieran estado esperando a que quitásemos los móviles, no tardaron ni una semana en “habitar” nuestro balcón. Nosotros, entre viajes, idas y venidas, no nos dábamos cuenta, pero cada día había una ramita más en las sillas que tenemos apiladas afuera. Hasta que definitivamente un día lo encontramos.

Imaginaos la situación: llegó de la biblioteca y Rubén me dice: “Siéntate, tenemos que hablar: estamos embarazados”. Me sentí como san José cuando la Virgen le dijo que una paloma había entrado en casa y que estaba en cinta. ¡Teníamos dos huevos en el balcón! En seguida nos pusimos a indagar por internet cómo era la gestación de las palomas, porque ¿alguien ha visto alguna vez un bebe paloma? Hasta ahora nosotros no.

Y así pasaban los días. Al principio cada vez que a abríamos la persiana la paloma se asustaba y salía del nido. Pero poco a poco nos fue cogiendo confianza y ya podíamos salir a tender, que la paloma nos miraba mientras seguía incubando.

Y hoy, por fin, el pasado 2 de Junio (el día de la República Italiana) se produjo el milagro de la vida:


Cuando abrí la puerta del balcón, ahí estaban en el suelo: dos cáscaras de huevo abiertas desde dentro. Y en el nido dos polluelos sin plumas, con un pico enorme y unos ojos tapiados con membranas. Eran horrorosos, pero a su vez muy tiernos.

Ya iremos colgando fotos de la evolución de las peque-palomas, que esperamos que echen a volar antes de que lo hagamos nosotros de aquí.

Ahora lo que falta es ponerles nombre. ¿Se os ocurre alguno? Esperamos vuestras propuestas.

Un abrazo, Salva.

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