Venecia: ciudad del futuro

| Etiquetas: , , | Posted On 18 de noviembre de 2009

El lunes cumplimos ya dos meses de Erasmus. Y para celebrar todo el tiempo que hemos vivido en el Bel paese nos hemos ido a pasar el día a la ciudad de los canales, las góndolas y el león alado.

En realidad no fue idea nuestra, sino que Antonio e Irene, los amigos de San Vicente de Rubén nos convencieron (tampoco les hizo falta insistirnos mucho). Así pues, y tras un buen madrugón estábamos en el tren de camino a Venecia. Como la estación de “Bologna Centrale” tiene la red ferroviaria mejor conectada de Italia, salen trenes hacia el Véneto de forma regular. [Biglietto “Bologna Centrale” – “Venezia Santa Lucia”: €8,90. Andata e ritorno: €17,80]

La ciudad de Venecia es un conjunto de islas que se sitúan sobre una laguna. Para acceder a la ciudad se puede llegar en tren o en coche, a través de un largo puente que conecta tierra firme con la ciudad flotante. Las vistas por la ventanilla del tren son impresionantes mientras atraviesas el mar; pero todavía es más espectacular una vez bajas del tren y sales de la estación y contemplas la estampa que ofrece el gran canal rodeado de casitas victorianas.

Los turistas se agolpan alrededor de los vendedores ambulantes que ofrecen planos a precio de oro [Mapa della città: €2 – €3,50]; pero nosotros ya veníamos preparados: y es que sacamos de la biblioteca una guía donde explicaba todos los lugares que no puedes dejar de ver. De todas formas llegar a los lugares más emblemáticos no es complicado: una serie de flechas amarillas te van guiando por las enrevesadas callejuelas de la ciudad.

Venecia nos recordó a un parque temático: distribuido en cinco zonas o barrios y separada por el Gran Canal que puedes recorrer en “vaporetto” o en góndola [un viaggio in vaporetto: €6,50; bono di 12h: €17. Gondola tradizionale: €60 aprox.]. Los gondoleros se te acercan para ofrecerte los viajecitos. Nosotros, en un ataque de sinceridad les dijimos que no teníamos dinero... pero no coló. Nos dejaron el paseo a 15€ por cabeza; que si sacáis cuentas son 60€ en total. Así que nos quedamos con las ganas y ellos se fueron a por otras posibles víctimas.

En cada barrio hay algo que ver, así que nos tocó andar ciudad arriba, ciudad abajo. Y aunque sea pequeña, acabas cansado de recorrer sus laberínticas calles, subir los escalones de los puentes y atravesar los estrechos mercadillos. Y es que no puedes ir en línea recta, no sólo porque no hay calles rectas, sino porque tienes que ir buscando los puentecitos para cruzar los diversos canales que recorren el interior de los barrios.

Nos llamó la atención que entre tantas construcciones neoclásicas y renacentistas, y junto a las cientos de iglesias barrocas, hubiese una serie de “andamios” o barras de madera que se amontonaban en el centro de las principales calles y plazas. Tras ojear la guía, nos enteramos que eran unas pasarelas para cuando llegase el “acqua alta”. Este fenómeno estacional (de la primavera y el otoño) hace que suba el nivel del agua y se inunde la ciudad. Pero por suerte, nosotros pudimos contemplar la “basilica di san Marcos” sin mojarnos los pies. [La entrata alla basilica è gratuita, come il guardaequipaggio].

Cuenta la leyenda que cuando la ciudad era un cantón independiente, los venecianos en un acto de fe, fueron hasta Jerusalén y recuperaron el cuerpo de san Marcos evangelista. Desde entonces sus restos descansan en la basílica a la que da nombre. Por eso el emblema de Venecia es un león alado (símbolo de san Marcos). Lo que más nos impresionó de la basílica fue, en primer lugar que no hubiera que pagar para entrar, y después sus paredes revestidas en oro con mosaicos bizantinos (y es que estamos acostumbrados a los muros incompletos de San Petronio).

Los precios en Venecia no son exageradamente caros, en comparación con Florencia, aun así nos llevamos de casa unos sándwiches para no gastarnos mucho dinero (es que todavía no nos han ingresado el dinero de la beca). Para comprar recuerdos lo mejor es rebuscar entre los mercaderes que abarrotan las plazas, o bien alejarte del casco histórico. Un souvenir imprescindible es la máscara del carnaval. Hay de todas los tipos, clases y colores; y perdimos media hora decidiendo cuál comprar. Las máscaras las venden también en el mercadillo, aunque nos quedamos parados enfrente de varios comercios especializados en antifaces, y es que hay algunos que son dignos de admirar.

De todas formas no hay muchas tiendas abiertas. Más allá de los museos, restaurantes y tiendas de regalos, Venecia no tiene vida. Recientemente se han publicado estudios en los que se vaticina que la ciudad quedará vacía dentro de poco tiempo. Y es que no sólo las inundaciones amenazan con desolarla, sino también las ratas, la basura y los precios desorbitados de las casas.

El número de venecianos “de pura raza” que vive entre canales y tiene una góndola para ir a comprar el pan, ha descendido hasta los 60.000 habitantes. Y se espera que siga bajando por que la edad media es de más de 50 años. De hecho no vimos ningún un niño en nuestro “giro” por la ciudad. Sería una pena que Venecia se convirtiera en una ciudad fantasma, que sólo abriese de 09h a 19h para los turistas y comerciantes. Y más con tanta historia, arte y cultura; una “ciudad del futuro” donde no hay ni un sólo coche, sin contaminación acústica y muy ecológica.

Nuestra aventura veneciana acabó de vuelta en el tren, pero con la seguridad de que volveremos ¡y varias veces! Porque al paso que va, no es una de esos lugares de los que puedas decir: “no hay prisa por ir, porque siempre va a estar ahí”.

Ahora os dejamos con algunas fotos del viaje:



¿Quién se anima a venir al próximo “giro” por el Gran Canal?

Un saludo, Salva.

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