En un lugar de la Umbría

| Etiquetas: , , , | Posted On 31 de marzo de 2010

Hace unas semanas, cuando apenas habíamos deshecho las maletas de nuestra escapada a Roma, un nuevo viaje tenía cita en nuestro calendario: Asís, Perugia y Siena. Para nosotros fue el primero con la ESN, pero desde luego, no el último (estamos preparando ya la visita a Nápoles y alrededores).

Coger un autobús a las 7:00 de la mañana no es agradable para nadie y más si el punto de encuentro está en la otra punta de la ciudad, pero desde el minuto 0 comenzamos a notar el ambiente Erasmus y la historia prometía. Tres ciudades en tres días y un puñado de amigos que hicieron del viaje un recuerdo inolvidable.

Pusimos rumbo a la Umbría (una región del centro de Italia) con un grupo de españoles animando el ambiente en el fondo del autobús. Y tras largas horas peleando con las sinuosas curvas de las carreteras y la nieve acumulada en el asfalto, llegamos finalmente a Asís. Eso sí, con retraso, una variable constante durante todo el viaje.

En el pueblecito de Asís, “de donde es San Francisco”, un guía narró toda la historia del municipio, de la región (el pueblo de los umbros –los hijos de la lluvia-) y de la capital: Perugia, que surgía en lo alto de una colina en medio de la niebla.

Los perusinos nos recibieron con retraso esa misma tarde. Tres vueltas a la ciudad antes de bajar del autobús y la noche cayó sobre las montañas como un relámpago en Perugia. Allí sólo nos dio tiempo a instalar las maletas en el albergue y recorrer en media hora una ciudad que en mi opinión no tuvo nada que ofrecernos o el guía que nos acompañó no supo mostrarnos. La última parada del ‘giro’, el supermercado. Sí, una tienda para comprar alcohol y calentar motores para la gran fiesta que se celebraba en una discoteca a unos kilómetros de la ciudad. Svegliaaaaaaaaaaaa! Esa fue la frase con la que a las 7:00 de la mañana del día siguiente se despertaron muchos y muchas. Con el alcohol fluyendo aún por las venas y la resaca que aumentaba ligeramente tras cada kilómetro recorrido, nos tomamos un desayuno rápido y... ¡hacia las Cascate delle Marmore!, un paraje natural que sirvió para abrirnos los pulmones y airear el mareo de algunos. Armados con chubasqueros (verdes, rojos, blancos y azules), pusimos en práctica las rutas de senderismo que había marcadas en el recinto, y acabamos salpicados, y otros empapados, por la corriente de los saltos de agua.



En el ecuador de nuestro viaje, dejamos atrás la Umbría y pisamos fuerte en la Toscana. Una región soleada, cálida y en la que todos notamos que el viaje dio un giro considerable (a mejor) con la llegada a Siena.

Según la leyenda, la localidad fue fundada por Asquio y Senio, hijos de Remo (hermano de Rómulo, fundador de Roma) sobre las tres colinas sobre las que se asienta. Siena, la ciudad italiana de los banqueros se abría a nosotros en una tarde que se iluminaba por las antorchas que colgaban de los edificios históricos de la Piazza del Campo. Allí celebraban un mercadillo medieval donde degustamos el queso toscano, el aceite de la región, o los dulces típicos artesanos, entre otros productos. Paseamos por sus entramadas callejuelas, visitamos el Duomo, la Piazza del Campo con su famosa torre y llenamos el estómago con una cena deliciosa, en la que lo mejor fueron los cócteles del Barón Rojo, un pub sienés.

Y para terminar… día de relajación. Tras un recorrido por las llanuras toscanas salpicadas de cipreses y de ruedas de paja, y una comida con productos típicos de la zona (tomates caseros con pan de pueblo, salchichón con hinojo y otro tipo de embutidos, y vino toscano), llegamos a… ¡las termas! Un balneario donde invertimos las últimas horas de nuestro viaje sumergidos en relajantes aguas.

He aquí las fotografías que atestiguan los hechos.

¡Saludos!

Rubén

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