Pensaba que en Italia, por ser un país alargado, las carreteras iban a ser líneas rectas que recorriesen las ciudades “da nord a sud”; y por tanto no me iba a marear. Y encima que como iba a viajar de noche, iba a pasarme todo el trayecto dormido. Pero ni con esas conseguí librarme del “male di macchina” (mareo). Al final, tras una noche movidita llegamos a Nápoles, la capital del sur italiano.

Antes de adentrarnos en esta megalópolis, unas recomendaciones: llevar siempre la cartera en los bolsillos delanteros, con un máximo de 30€ en efectivo; no separarse del grupo y mucho menos recorrer las callejuelas; alejarse de los trileros y vendedores ambulantes, que ofrecen IPhone’s por 50€; y sobre todo no cruzar la calle sólo. Y es que Nápoles es una caos organizado, donde los coches no respetan ni los semáforos, ni las señales y mucho menos los pasos de cebra. A modo de curiosidad, tres de cada cuatro coches tenían una abolladura o un faro roto. La ciudad tiene fama, mejor dicho mala fama, de ser conflictiva. Obviamente no vimos a El Padrino, pero el ambiente de trueques y chanchullos está presente hasta cuando vas a comer a un restaurante.
El horizonte es completamente plano: a un lado el mar Tirreno y al otro la llanura de la “Campania”. La línea recta sólo se rompe por el impresionante volcán, y sus colinas contiguas. Entre ellas alguna por las que se esparce la ciudad. Y es que Nápoles es un sinfín de bloques de edificios a modo de colmena, unidos por cientos de tendidos eléctricos y farolas colgantes.

Todos los viajes de la ESN incluyen de alguna forma el alcohol en su agenda y éste no iba a ser menos. Lo que pasa es que cada uno se lo toma como quiere. Están quienes fomentan el mito de Erasmus igual a borrachera continua; y quienes no dependemos de una botella para pasar una noche de fiesta. De esa forma, cuando cayó la noche nos reunimos en la terraza del hotel, y compartimos unas risas a los pies del Vesubio.
A grito de “sveglia” (despertador), a las ocho de la mañana nos preparamos para subir al Vesubio. Una vez arriba del volcán, cuando visitábamos el cráter y después de que la guía nos contase cómo fue la explosión del 79 d.C. que sepultó Pompeya, nos enteramos que media Europa estaba sobrevolada por las cenizas del volcán de Islandia. En el que estábamos sólo salían pequeñas columnas de humo, que la guía se apresuró a decir que eran normales chimeneas naturales de vapor de agua. Pero por si acaso, nos hicimos la foto y bajamos rápidamente de allí. Eso sí, ya podemos decir “yo he estado en el cráter de un volcán”.

Y así, como la lava, descendimos dirección Pompeya. Pero eso ya es otra historia...
Ahora os dejo con las fotos de esta primera parte
Je suis jaloux ;)))
Hola chicos, seguimos todos.
Bss
Para [MAHAN]: Che grande piacere vederti per questo sito! Tranquilo che noi ti portereno a tutti queste luogui con le nostre foto. Un saluto.
Para [MATOLA]: Nos alegra veros al otro lado del ordenador. Nosotros seguimos aquí para contaros todo lo que vayamos haciendo.