Para poner el broche a nuestra escapada a Nápoles y alrededores, la última escala la hicimos en Caserta, un municipio situado al norte de la región, que alberga el Palacio Real de Casa Borbón-Dos Sicilias. Caminamos entre alfombras con siglos de historia y bajo lámparas suntuosas que iluminaban los frescos de los techos de las estancias. Andamos 6 kilómetros por los jardines reales, inmortalizamos los momentos de cansancio y desvaríos bajo la lluvia, y esprintamos en los últimos segundos antes de volver al autobús en una ajustada competición maratoniana entre España, República Checa y Serbia en la que la primera fue la clara vencedora.
Sepultada bajo las cenizas de un gigante dormido, Pompeya también ocupó unas horas de nuestro viaje napolitano, aunque si bien fueron pocas. Las ruinas de aquella urbe arrasada en el 79 d.C. salpicaban las colinas tapizadas de hierba bajo la atenta mirada del orgulloso Vesubio.
De la mano de un guía turístico recorrimos las calles pompeyanas descubriendo entre guijarros y columnas desportilladas la historia de la antigua ciudad romana. Allí entramos, ficticiamente, a la vinatería (donde se conservan los recovecos excavados en la piedra para añejar el vino Vesuvinum –propio de la región–), a los templos, a las termas, a la panadería (donde aún se erige el horno donde cocían el pan y en el que se encontraron 33 panecillos carbonizados intactos después de la erupción, -alguien se olvidó de apagar el horno-) y entre otras cosas, al lupanar (donde pompeyanos y extranjeros eran atendidos por los “servicios sociales”, según dijo el guía).
Capri nos dejó impregnado en el cuerpo el olor a sal y a brisa marina del que poco después nos deshicimos con una buena ducha y una exquisita cena en un restaurante napolitano, “Lo squalo” (el tiburón). Junto a nuestro inseparable checo, un asturiano, un castellanoleonés y una serbia que hablaba siete lenguas, degustamos el pescadito del golfo de Nápoles (ése que los pescadores exhibían en improvisadas lonjas) y la especialidad de la “casa”, la pizza napolitana (dos “Vesubios”, una “Tonnata”, una “Caprese” y dos “4 stagioni”). Y de postre, un dulce típico napolitano, la “pastiera”, una torta echa de harina, huevos, ricotta, leche y los trucos del artesano.
Para poner el broche a nuestra escapada a Nápoles y alrededores, la última escala la hicimos en Caserta, un municipio situado al norte de la región, que alberga el Palacio Real de Casa Borbón-Dos Sicilias. Caminamos entre alfombras con siglos de historia y bajo lámparas suntuosas que iluminaban los frescos de los techos de las estancias. Andamos 6 kilómetros por los jardines reales, inmortalizamos los momentos de cansancio y desvaríos bajo la lluvia, y esprintamos en los últimos segundos antes de volver al autobús en una ajustada competición maratoniana entre España, República Checa y Serbia en la que la primera fue la clara vencedora.
Sin duda, un viaje inolvidable que nos deja nuevos amigos, amplía fronteras y prepara el terreno para el que será el último viaje ESN, la Apulia (Puglia –el tacón de la bota–).
Para poner el broche a nuestra escapada a Nápoles y alrededores, la última escala la hicimos en Caserta, un municipio situado al norte de la región, que alberga el Palacio Real de Casa Borbón-Dos Sicilias. Caminamos entre alfombras con siglos de historia y bajo lámparas suntuosas que iluminaban los frescos de los techos de las estancias. Andamos 6 kilómetros por los jardines reales, inmortalizamos los momentos de cansancio y desvaríos bajo la lluvia, y esprintamos en los últimos segundos antes de volver al autobús en una ajustada competición maratoniana entre España, República Checa y Serbia en la que la primera fue la clara vencedora.
Comments:
There are 2 comentarios for A los pies del Vesubio (II)
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Insuperable, creo que mi actualización llegara tarde... pero no se puede comparar mi pagina de bologna con esta, ES GENIAL!!! Soy yo la admiradora!! :)
Para [Raquel]: Jejeje, ¡qué dices! Anda, si somos nosotros los que nos hicimos seguidores de tu blog! A ver si nos vemos otra vez.