En busca del paquete perdido

| Etiquetas: , | Posted On 28 de octubre de 2009

Esta es la historia de cómo un paquete “presuntamente perdido” que esperábamos (por correo urgente) desde hace 3 semanas, no estaba tan “perdido”. Os pongo en antecedentes.

Para seguir una de las materias que cursamos en España nos era imprescindible tener un programita de ordenador llamado QuarkXPress. Tras varios, y cuando digo varios son muchos, intentos por descargarlo y obtener como respuesta un desalentador “Error” optamos por darles trabajo (y unas pelillas) a los de Correos. Siguiendo la forma de envío más antigua desde las palomas mensajeras, mandamos a nuestra corresponsal en España, Mireia Pascual, a cubrir tan histórico evento: acudir a la oficina de Correos más cercana y mandar el paquete, ¡ojo! como ¡urgente!

Los días pasaban y nuestro buzón sólo acumulaba folletos de pizzerías regentadas por pakistaníes y propaganda de los supermercados cercanos. Pero ni rastro del paquete de marras. Pasó la primera semana y, aunque el programa lo conseguimos después de descargarlo en un ordenador de la universidad y pasarlo a nuestro portátil mediante un pen drive porque no nos dejaba abrirlo por razones de seguridad, seguíamos sin recibir noticias de España. Los empleados de Correos aseguraban encarecidamente que el paquete había salido desde Madrid-Barajas y se había perdido en Italia.
“Perdido”, ya salió la palabra que nos temíamos. Segunda semana y más papeles en el buzón. Tercera semana y ya no había ni folletos de publicidad, simplemente el buzón vacío.

No fue hasta hace unos días cuando nos llegó la primera noticia de que el susodicho existía. Mientras nos disponíamos a acribillar un plato de raviolis rellenos de espinacas y ricotta suena el teléfono móvil y una voz de empleado mal pagado insinúa que un envío lle
va allí desde hace dos semanas y ése día era el último para retirarlo. Después de recibir este ultimátum telefónico con los raviolis a medio camino del estómago, rebañamos los platos y nos fuimos al misterioso lugar que nos habían dicho.

Cogimos un autobús, sin pagar billete porque una generosa italiana nos invitó con su bonobús, y en 20 minutos nos encontramos en medio de la estepa rusa. Como si anduviésemos por los páramos que recorre el transiberiano íbamos los dos ateridos del frío en busca del “paquete perdido”, que cada vez estaba más cerca. Bajo nuestros pies una capa de tierra húmeda y matorral fosilizado, a nuestro alrededor la nada y a lo lejos unas vías de tren que por lo menos nos hacían pensar que no estábamos solos en medio de aquel cementerio de elefantes.

<Via Triunvirato n° 20>¡es ahí!

Encontramos la oficina postal y tras pedir explicaciones inútilmente a una empleada inocente hicimos el camino inverso, no sin antes inmortalizar tan glorioso momento.

Podría acabar aquí porque la velada no dio para más, pero antes de cruzar el umbral que delimitaba la puerta de entrada, un señor trajeado nos alcanzó corriendo con sus mocasines manchados de barro y nos preguntó el motivo de la fotografía. ¡Mamma mia! Por un momento pensamos: “Ahora nos saca el kalashnikov, nos pega cuatro tiros y el sobre sin abrir”. Pero no. Nuestros fugaces pensamientos de película de Spielberg no fueron tan allá. El hombre resultó ser uno de los empleados de la empresa y nosotros con un italiano precario le explicamos la situación. (Imaginad cómo le explicáis a un italiano en una lengua que no domináis lo escrito unas líneas más arriba). Si observáis bien la fotografía veréis al hombre mirándonos con cara de pocos amigos. ; )

Al final todo quedó en una simpática anécdota y en 25€ menos en el bolsillo (que es lo que costó el envío). Pero hoy día lo recordamos y no paramos de reírnos. ¡Hay que repetir!

¡¡Saludos!!

P.D. De esta guisa nos encontramos el paquete. ¡Encima roto!

Rubén


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