¡Un mes aquí!

| Etiquetas: , , , | Posted On 16 de octubre de 2009

Hoy estamos de celebración. Cumplimos un mes aquí y toca hacer balance para saber en qué estado se encuentra nuestra situación. ¡Hagan sus apuestas!

Esta es la historia de todo cuanto ocurrió en un piso de 40 metros cuadrados (¡echados a ojo!).

Apenas llevaba un mes con nosotros y se despidió en la más absoluta soledad. Uno de los miembros de nuestra vajilla IKEA se ha ido para siempre… ¡y sólo ha pasado un mes! El elegido fue un vaso del pack de 6 que compramos. Sí, ya hemos roto un vaso, o mejor dicho, se ha roto, porque fue llegar de la universidad y ver que estaba todo rajado. ¡Una lástima! Ahora de los tres pares, uno se ha quedado huérfano, pero por poco tiempo porque ya le hemos encargado a la cigüeña un sustituto. Estamos apurando el vasito de Nutella, que viene con un dibujo de Snoopy, para reponer nuestra vajilla.

¡Y por sólo 1, 69€!

Por otro lado, otro miembro de nuestra vajilla también sufrió un leve contratiempo. En un intento de fregar en un tiempo récord, un plato salió despedido hacia las profundidades del fregadero y con tan mala suerte fue a dar contra la sartén (también del IKEA). Conclusión: un fuerte ¡crack! y el borde desportillado. ¡Gajes del oficio!

La protagonista del III acto de nuestra historia es la lavatrice“ (lavadora). No sé si será que la nuestra tiene un carácter muy suyo o que nos quería tomar el pelo, pero cuando conseguimos introducir el detergente y el suavizante en sus cajetines respectivos, dimos con el programa adecuado y encontramos la tecla mágica que la ponía en marcha; nos sentimos poderosos. Tanto que nos fuimos a dar una vuelta y la dejamos “haciendo los deberes”. La sorpresa vino cuando llegamos a casa. Nuestro miedo era llegar y encontrarnos a los vecinos saliendo en góndola del edificio, pero al llegar a nuestra planta el suelo estaba seco. Nada presagiaba lo que nos encontraríamos al abrir la puerta.

De esta guisa nos encontramos la lavadora. ¡Un poco más y tenemos que ir a buscarla al descansillo! Ya nos ha quedado claro que hemos de atarla cuando centrifugue. ¡No se la puede dejar sola!

Aparte de esta cadena de infortunios en la cocina, es importante destacar el papel que ejercen como reloj-despertador nuestras compañeras de balcón: las palomas. No hay mañana en la que una de estas “ratas voladoras” no nos visite cuando todavía no han puesto las calles y empiece a berrear. Y para más inri, una vez despiertos, con la mala leche recorriendo por las venas, nos encontramos con la mano de pintura gratis que le han dado al suelo del balcón. ¡Pa’ cagarse! (¡Nunca mejor dicho!).

Respecto a las relaciones vecinales podemos contaros que ya hemos resuelto el misterio del “felpudo regurgitante”. No, éste no es el título de uno película de Rob Zombie. El caso es que la alfombrilla de la puerta siempre aparecía plagada de extraños seres que no nos explicábamos de dónde procedían (aunque algo sospechábamos). Y cuál fue nuestra sorpresa al descubrir, apostados tras la mirilla de la puerta como dos viejas marujas, que no era nuestra esterilla la que escupía esas bolas de pelo, era la vecina de enfrente, que salía a espolsar el plumero en el rellano. ¡Por favor, quién le encuentre explicación a este hecho que nos lo haga saber o en su defecto, nos proporcione el teléfono de Iker Jiménez! Gracias.

Y hasta aquí da de sí el primer mes en Bolonia. Hay cosas que se quedan en el tintero y otras que saldrán a la luz próximamente, pero hasta entonces sólo queda esperar...

¡Un saludo!

Rubén

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